Omnia. Derecho y sociedad
Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas
de la Universidad Católica de Salta (Argentina)
e-ISSN 2618-4699
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Resumen

El ensayo reflexiona sobre los obstáculos de la investigación en las ciencias sociales como la sociología y el Trabajo Social Forense. Presenta la complejidad del objeto de estudio de las ciencias sociales mientras indaga sobre la importancia de los juicios de valor comunitarios, como el prejuicio y el prestigio, en la labor del investigador social. El artículo describe los desafíos de las ciencias sociales desde sus inicios bajo el predominio de la óptica positivista y su necesidad de construir otras perspectivas de la realidad social para profundizar el conocimiento del pensamiento y comportamiento comunitarios como un proceso de evolución intelectual y científica complejo. Analiza los dilemas sociológicos planteados por Giddens como debates científicos vigentes sobre las formas de interpretación y estudio de las sociedades. El trabajo enfatiza el problema de la extrapolación de contextos y de la pérdida de mirada crítica en las interpretaciones científicas de las valoraciones sociales, que llevan a la estima o desprecio de las personas. Finalmente, reflexiona sobre la noción de “inteligencia ciega” desarrollada por Morin y el peligro del sesgo ideológico para los investigadores sociales, mientras cuestiona cómo la interpretación actual de la incertidumbre posmoderna implica un nuevo orden reduccionista de la diversidad sociocultural.

Palabras clave: ciencias sociales - complejidad - problemas sociológicos - perspectiva social - sociología

Abstract

The essay reflects on the obstacles to research in social sciences such as sociology and forensic social work. It raises the complexity of the object of study in the social sciences while exploring the significance of community value judgements, such as prejudice and prestige, in the work of the social researcher. This article describes the challenges that the social sciences have faced since their origins under the predominance of a positivist perspective and highlights the need to develop alternative approaches to social reality in order to deepen our understanding of community thought and behavior as part of a complex process of intellectual and scientific evolution. It analyzes the sociological dilemmas raised by Giddens within the framework of contemporary scientific debates about how societies are interpreted and studied. The article underscores the issues of context extrapolation and the loss of critical insight in scientific interpretations of social evaluations, which can lead to the esteem or devaluation of individuals. Finally, it reflects on Morin’s concept of “blind intelligence” and the dangers of ideological bias in social research, while also questioning how the contemporary interpretation of postmodern uncertainty implies a reductionist new order of sociocultural diversity.

Key words: social sciences - complexity - sociological dilemas - social perspective - sociology

Sociedad/ Ensayo

Citar: Camardelli Carrasco, R. E. (2025). Prejuicio y prestigio: las dificultades de la investigación en las ciencias sociales. Análisis de los problemas sociológicos como aporte complementario al Trabajo Social Forense. Omnia. Derecho y sociedad, 8(1-Especial), pp. 93-104.

Introducción

Este artículo pretende indagar sobre las dificultades que enfrentan quienes estudian e investigan las ciencias sociales a partir del entendimiento de las polémicas desatadas en torno a la construcción de su objeto, particularmente aquellas ciencias con rasgos más interactivos, las cuales retratan, analizan y discuten acerca de las relaciones sociales aplicadas a un entorno sociocultural determinado, que influyen en el investigador a la vez que las estudia.
Las ciencias sociales, como la sociología, en su cotidianeidad se enfrentan al entendimiento de la naturaleza humana cambiante y, con ello, también a la propia percepción cambiante de las comunidades y grupos sociales en los cuales basan sus estudios. Estos, como conjunto de personas que comparten intereses, emiten juicios de valor acerca de cuán interesante, creíble o práctico es lo que estudian, direccionan su estudio y varias veces, incluso, en algunos casos sesgan sus tareas investigativas.
Es una cuestión de reflexión y debate que desde sus mismos orígenes las ciencias sociales, particularmente la sociología, parecen oscilar entre dos fases de la perspectiva social comunitaria; una fase es el prejuicio de no poder llamar ciencia a sus estudios al pretender abarcar una realidad social compleja, y la otra es el prestigio de establecer enfoques teóricos como verdades universales, superadas y absolutas concebidas para gobernar toda la vida social y el estudio de ella.
Primero, no hay que confundir estas fases con la polémica entre ciencias naturales y ciencias sociales (o del espíritu) que tuvo lugar en el siglo XIX, ni tampoco con el debate sociológico entre perspectivas positivistas y comprensivas de las interacciones humanas que dividió a los científicos y pensadores sociales durante todo el siglo XX. Sin embargo, se debe reconocer que ambos debates aportaron sus elementos a los obstáculos de las ciencias sociales, colaborando principalmente con la fase del prejuicio social de las diversas disciplinas, generando un problema más en quienes quieren investigar a las ciencias sociales.
Hay que tener en cuenta que la herencia positivista en el nacimiento de las ciencias sociales es innegable, como también lo fueron la polémica y el debate constante sobre su cientificidad, y que el positivismo ayudó a la autonomía e independencia de las ciencias sociales.
Señala Alberto Parisi en sus reflexiones epistemológicas que el positivismo fue “cuna” y “corset” de las ciencias sociales como la sociología, la economía, la antropología y la psicología, y les propuso un modelo hegemónico y dominante de cientificidad, del cual debieron desmarcarse y romper para desarrollarse específicamente, pero que siguió vigente por muchas décadas (Parisi como se cita en Merlino, 2009, pp. 17-18).
Es verdad que la óptica positivista de las ciencias sociales brindó para muchos pensadores esa idea de rigurosidad en búsqueda de una objetividad y transparencia científica e instauró un paradigma, el positivo-objetivista, que sirvió en un principio para sistematizar propuestas y ordenar ideas, pero que luego terminó por convertirse en un ideal aspiracional de excelencia. Así, las teorías sociales que no respondían a leyes invariables y reproducibles del conjunto social eran descartadas como enfoques científicos.
Sin embargo, el hecho de defender constantemente frente a la sociedad y frente a la comunidad científica su cientificidad, les permitió a estas entenderse desde un valor reflexivo intrínseco. En el caso específico de la sociología, le permitió realizar preguntas incómodas para revelar patrones de comportamientos exclusivos de los grupos sociales en plena interacción, que podían observarse, conocerse y estudiarse.
Esta reflexividad fue esencial en la evolución de las ciencias sociales modernas y también fue característica de una sociedad moderna que, en términos de Giddens (2010), se pudo pensar a sí misma.

Es obvio, pero no tanto

La transición entre prejuicio y prestigio se presenta cuando en la realidad se continúan reproduciendo fórmulas extrapoladas derivadas de los enfoques que grandes pensadores como Durkheim, Weber y Marx, entre otros, plantearon para interpretar cómo son y funcionan las interacciones sociales. Aunque suene evidente, se debe recalcar que estos intelectuales efectivamente indagaron, compararon y analizaron de manera empírica, sistemática y coherente las relaciones humanas, pero aplicadas en su contexto particular. Esta última aclaración se refiere a la principal utilidad del pensamiento sociológico para proponer variables y estrategias de conocimiento, que es la de poner las cosas en su contexto.
El desafío más difícil de la sociología y de muchas de las ciencias sociales es la aplicación de un método adecuado al abordar las problemáticas sociales observadas para evitar una mirada superficial, relativa y parcializada del mundo basada solamente en la experiencia individual (visión autorreferencial), sino que pueda construir un objeto de estudio científico constituido como tal.
El obstáculo se refiere a que primero debemos entender la naturaleza de las ciencias sociales y con ello comprender bien la definición de “lo social”, principal objeto de estudio de la sociología y gran complemento de las otras ciencias sociales como el Trabajo Social Forense, la antropología, la economía, la política, etc.
Lo social se puede definir como aquella faceta adquirida que permite las interacciones humanas, dota de sentido a la vinculación interpersonal, construye relaciones sociales y establece un sistema relacional, estructurado, ordenado y jerarquizado, que se reproduce, evoluciona y transforma retroalimentándose.
Si se entiende que la adquisición y el aprendizaje de la faz social de la persona implica un proceso de sociabilización e integración complejo, en el origen de las interacciones humanas, relaciones sociales y jerarquías sociales diversas, se debe entender que la realidad social es compleja. Así también, todas las ciencias que la estudian son de naturaleza compleja y revisten su complejidad en el desarrollo de los métodos, las perspectivas teóricas y en sus aplicaciones prácticas.
Si bien parece una obviedad decir que la realidad social es diversa y compleja, no es tan evidente esa complejidad a la hora de estudiar y observar esta misma realidad social. La situación es menos evidente cuando se deben interpretar las prácticas e interacciones sociales que muestran diversidad de opciones, multiplicidad de dimensiones vinculares y una variedad de sentidos significativos y recursos simbólicos.
Las relaciones sociales suponen todo un complejo de relaciones físicas, psíquicas y simbólicas, con códigos que se reproducen en algunas ocasiones, y que otras veces cambian sus reglas para dar paso a nuevos ordenes sociales. Estos deben defender su propia supervivencia mediante el establecimiento de relaciones sociales, tanto armónicas como conflictivas, y la construcción de vínculos comunitarios que los sostengan.
Así, se popularizan usos y costumbres, se viralizan expresiones de lenguajes, se imponen modas y se resignifican simbologías.
A la vez, todo este complejo se ve materializado en una organización determinada dentro de un espacio o ámbito en común, en un orden que siempre es jerárquico y al que la persona como integrante de un grupo social deberá adaptarse a medida que adquiere su capacidad de relacionarse socialmente.
Esto es la dialéctica propia de lo social, que se manifiesta en forma de retroalimentación, en los procesos de socialización y de educación de los individuos.
Por la constante búsqueda de este equilibrio entre lo personal y lo comunitario es que autores como W. Mills y A. Giddens dicen que hacer sociología es una empresa atrayente y desafiante por igual (Giddens, 2010).

“La muerte o la gloria”

La relación entre la percepción individual y la mirada objetiva del mundo que nos rodea es una de las principales discusiones de la comunidad científica. En el núcleo de esta relación operan tanto los reconocimientos y las estimas del prestigio como las desacreditaciones de los prejuicios que cada sociedad realiza sobre sus integrantes.
Por ello el estudio de las ciencias sociales, en tanto acercamiento más próximo posible a esta relación y a todas sus formas derivadas, también se somete a discusión.
En el diccionario, “prejuicio” es definido con dos acepciones: la primera, como “acción y efecto de prejuzgar”; la segunda, como “opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable acerca de algo que se conoce mal” (Real Academia Española [RAE], 2014).
Si nos enfocamos en su parte interactiva, el prejuicio puede verse como una actitud relacional que causa impactos en las personas. Si priorizamos su esencia, este responde a una opinión personal basada en el desconocimiento sobre un tema cualquiera.
Aquí se plantea el problema de la relativización de la percepción individual, lo que requiere una mayor comprensión del entorno inmediato que afecta nuestra mirada de los otros y nuestra relación con ellos. Así, si bien opinar es expresarse acerca de un tema, no significa necesariamente conocerlo en su totalidad.
Muchos autores buscaron establecer la relación entre opinión, pensamiento y conocimiento para entender los juicios que realiza la sociedad en conjunto y los individuos cuando incorporan valores en el proceso de socialización.

Acerca del sentido del gusto, la filósofa Hannah Arendt, analizada en su legado por F. Birulés (2007) establecía la relación entre la percepción individual y la incorporación de la perspectiva social:

Arendt escribe: en los juicios estéticos, como en los políticos, se adopta una decisión y, aunque siempre esté determinada por cierta subjetividad, por el mero hecho de que cada persona ocupa un lugar desde el que observa y juzga el mundo, esa decisión también deriva del hecho de que el mundo mismo es un dato objetivo, algo común a sus habitantes. La actividad del gusto decide la manera en que este mundo tiene que verse y mostrarse, independientemente de su utilidad y de nuestro interés vital en él: la manera en que los hombres verán y lo que oirán en él. (…) Para los juicios del gusto el objeto primordial es el mundo, no el hombre ni su vida ni su yo. (Arendt como se cita en Birulés, 2007, p. 225)


El sentido del gusto, concebido aparentemente como una opinión voluntaria e individual, esconde aquí una realidad objetiva social que se incorpora al pensamiento y permite construir esa mirada.
Por otro lado, comprendemos que las valoraciones negativas como elemento constituyente del prejuicio están inmersas y son solo válidas dentro de un conjunto de representaciones de la realidad social. Estas representaciones son derivadas de vivencias comunitarias y de experiencias personales integradas a un sistema normado y jerarquizado, con códigos y símbolos aprendidos, reproducidos y muchas veces extrapolados.
Podemos decir así que el prejuicio deriva del contexto sociocultural en el que la persona está inmersa.
En cambio, la definición de “prestigio” es puramente social, ya que su primera acepción versa sobre “la pública estima de alguien o algo fruto de su mérito” y su segunda referencia trata de “ascendencia, influencia y autoridad” de ese mismo algo o alguien (RAE,  2014).
Las actitudes y el comportamiento merecedores de estima social se dan bajo un código comunitario, convencionalmente establecido y normado con una impresión personal e individual.
¿No es curioso que en sus dos acepciones la palabra prestigio refiera a la fascinación mágica generada por trucos y sortilegios y a los engaños que usa un prestigiador (ilusionista) para embaucar al público? En el campo del ilusionismo, el prestigio se presenta como una influencia fascinante y, a la vez, engañosa. El enfoque en lo fascinante del truco hace perder la visión crítica.
Así también, muchas veces el prestigio en el campo científico se vuelve ilusión o apariencia de conocimiento. Un saber pretendido por otro, que se valora más por la influencia de la moda y por la reproducción de formas de hacer arraigadas más que por rescatar la propia esencia del logro científico.
En ambas fases, las del prejuicio y del prestigio, se presentan interacciones sociales que producen dos tipos de juicios sociales simplificados. Esas valoraciones están asentadas en representaciones conjuntas de una realidad no acabada de entender en toda su complejidad y diversidad, porque se han interiorizado a las partes como un todo.
Para estudiar este patrón de pensamiento simple solo cabe aplicar una fórmula exitista: “la muerte o la gloria”.
La muerte se refiere a la desvinculación del investigador, incluso a la exclusión o marginación de este del mundo académico, que en el mundo social se vuelve estigma. Este pensar recurrente en “que se es menos científico”, cuando las ciencias sociales no dan las respuestas aparentemente “exactas” de una realidad tan compleja, que permite variedades conceptuales, resignificación de postulados, diversidad de perspectivas ideológicas y discusión de métodos. Tal vez el ejemplo más paradigmático sea, en las ciencias sociales y su enseñanza en Occidente, la inclusión (o no) de los enfoques marxistas, que pasaron de la marginación en el siglo XIX a la reivindicación desde la segunda mitad del siglo XX.
La gloria llega y se obtiene mediante el desarrollo de una óptica coherente, pretendidamente descontaminada de ideas, que se impone como universal en la sociedad. Esta es popularizada porque responde exactamente a ese pensamiento simple que olvida lo diverso. Supera a todos los enfoques anteriores, pero suprime enfoques diferentes. Es un acto de prestigio y fama. A veces, un pensar muy bien deliberado para dominar el ámbito científico-social. Pero otras veces, es un acto irreflexivo y espontáneo de aceptación acrítica de propuestas o contenidos que se masifican y se hacen populares. Por ejemplo, muchas formulaciones de proyectos orientados a programas de intervención social exponen de una manera políticamente correcta la idea de inclusión, de respeto a los derechos humanos, de preservación ecológica y de desarrollo sostenible, sin prever la complejidad en la adaptación práctica a distintas idiosincrasias de comunidades destinatarias, muy diversas entre sí y en las que no pueden reproducirse métodos estandarizados o fórmulas pretendidamente exitosas a nivel global.


Es cuestión de perspectiva, no de opinión

Dentro de los problemas de las ciencias sociales y de los mitos acerca de las investigaciones científicas de la vida en sociedad está el prejuicio, que a veces se hace estigma, de confundir las diversas perspectivas con opiniones coyunturales y relativas del mundo.
La situación lleva a un debate interminable de subjetividades individuales infinitas basadas en diversas experiencias de vida, pero sin la posibilidad de proyectar planteamientos claros ni reflexiones más profundas del relacionamiento interpersonal y la realidad social. Esto, a su vez, conlleva al prejuicio del bajo nivel de cientificidad, perjudicando así a las ciencias en su totalidad. Este planteo no significa que la experiencia de vida, como testimonio de un hecho o fenómeno social, no pueda servir como fundamento de la investigación social; sino que advierte que la experiencia vivida no sea solo una anécdota. Al contrario, esta, como fundamento científico, devela la comprensión del sentido interactivo que permite establecer de manera coherente las relaciones sociales estudiadas.

En el caso de la sociología, la confusión probablemente se deriva de una mala compresión de los debates académicos para abordar lo social como objeto de estudio, que Giddens presentó con claridad en sus escritos y a los que llamó dilemas sociológicos de la disciplina (Giddens, 2010).
El primer dilema es la dicotomía estructura-acción. Presenta la diferencia entre autores que se enfocan en lo estructural de lo social y otros que enfatizan su parte interactiva. Mientras los primeros basan sus premisas en los sistemas de organización y jerarquización impuestos a modo de presión a los individuos, los otros indagan en el obrar voluntario y libre de los sujetos, basado en la búsqueda de significado individual de sus propias actitudes para con otras personas.
El segundo debate es el enfrentamiento de los enfoques del consenso contra los enfoques del conflicto. Se refiere a si los sociólogos deben centrar sus estudios sociales en las tensiones generadas entre las diversas clases sociales o si deben priorizar los pactos y acuerdos que tienden lazos solidarios entre los grupos sociales.
El tercer dilema se refiere a la perspectiva de género o la falta de ella en la difusión, popularización, masificación y entendimiento de la vida social en obras y escritos clásicos que trascendieron con la ciencia. Una problemática que se vuelve actual y trae aparejado otras reflexiones importantes conectadas con los movimientos sociales que defendieron históricamente los derechos de la mujer. El debate se pregunta el porqué de la exclusión de autoras y científicas sociales, o si dicha exclusión se dio por hecho de que su perspectiva estuvo implícita en los estudios generales de las relaciones humanas de los clásicos.
Para los fines de este artículo podemos coincidir con Giddens en que esta falta de reconocimiento al mérito científico femenino fue también una pérdida del valor heterogéneo de la sociología, en tanto mostró una visión parcializada de la realidad social y no incluyó una perspectiva de la mujer complementaria y diversa. Como ejemplo de esta problemática, basta con mencionar a dos autoras: Harriet Martineau y Marianne Weber. La primera tradujo al inglés la obra de Comte y permitió difundir las ideas del positivismo en el mundo académico anglosajón. La segunda compiló y editó las lecciones de su marido, Max Weber, en su obra póstuma Economía y sociedad, que aún se emplea como referencia en casi todas las cátedras de ciencias sociales del mundo. Sin embargo, el reconocimiento social y académico fue escaso y marginal.
El cuarto debate es un planteo interesante para las ciencias sociales, todavía en la actualidad, porque se trata del propio marco de la modernidad como suceso. Reflexiona acerca de la configuración de las relaciones humanas en las sociedades modernas y cómo debe entenderse. ¿Las sociedades se configuran desde los ideales y valores que revisten, o desde sus recursos y entramados materiales?
Los cuatros dilemas que conformaron el problema de perspectiva de la sociología buscaron entender la complejidad del estudio de lo social y de sus interacciones concretas, y siguen vigentes porque se resignifican con cada época.
El debate se presenta frente a cada problemática social de alto impacto y de gran alcance, como el auge de los movimientos multiculturales, de las perspectivas de género o de los enfoques ambientales junto con la irrupción/integración de la tecnología en la vida social con todo su desarrollo material, además de la búsqueda del pensamiento creativo como desafío intelectual de esta nueva era.
Si volvemos a la cuestión de la formación de la perspectiva social con la que estudiamos nuestro objeto, hay que aclarar que el tendido de redes comunitarias y lazos vinculantes en una sociedad es un producto original, distinto de la opinión individual de una o varias personas. Así, cuando tratamos de percepciones sociales expresadas por los vecinos de una comunidad, este concepto ya implica la interiorización de códigos convencionalmente establecidos. Significa que el integrante de esa comunidad pasó por el proceso de socialización que lo dota de experiencia y valores comunitarios con una cosmovisión determinada y una cultura legada.
Respecto de las perspectivas sociales que componen los principales enfoques de encuadre para la interpretación de las relaciones sociales, se debe reconocer no solo un proceso de socialización, con valores particulares, sino también otro proceso de racionalización y construcción ideológica de esta misma participación social.
Esta construcción parte de la recopilación de datos concretos y del análisis de la información obtenida sobre las relaciones sociales. Además, se construye desde el establecimiento de variables y observaciones de tendencias de un grupo social en múltiples dimensiones y en diversos ámbitos (cultural, económico o político) entre los cuales se mueve.
Respecto a la crítica de los métodos de las ciencias sociales, bajo el prejuicio de que la perspectiva es solo opinión, también lleva a fundamentar los estudios de las ciencias sociales en simplificaciones estadísticas para dotarlos, a juicio de algunos autores, de mayor cientificidad. Esto no permite establecer ni entender que son representaciones de una parte de la realidad social.
Es una verdad incómoda, porque la cuestión inmediata a este postulado es preguntarse cómo se certifica fehacientemente la información sin un refuerzo estadístico del dato duro. Pero hay que señalar también que la sola acumulación de varios datos sin contextos que los enmarquen no representa a los hechos ni a los fenómenos sociales. En eso coinciden la mayoría de las perspectivas.
Lo que se pretende aquí es plantear que los estudios estadísticos no son totalmente objetivos ni universales y que las percepciones individuales no están aisladas y desprovistas de valoraciones comunitarias. Por ello, las perspectivas con las que se aborda una problemática social determinada deben reflexionar sobre estos temas.
Esta situación es un obstáculo frecuente para los investigadores, docentes y estudiantes de las ciencias sociales. La búsqueda para establecer una perspectiva coherente con la óptica del mundo que observan, tanto en lo evidente como en lo subyacente, sin caer en el prejuicio del sesgo.
Es un primer paso importante comprender que el universo a estudiar e investigar es una parte y no la totalidad de nuestra realidad. Sirve para desprenderse de lo que Edgar Morin (1998) llama la inteligencia ciega, esa renuncia simplificadora, reduccionista y abstraccionista del saber. La inteligencia ciega es contraria a la complejidad del objeto real y concreto que se quiere estudiar. En el prólogo de su obra Introducción al pensamiento complejo plantea estas nociones.

Habrá que disipar dos ilusiones que alejan a los espíritus del problema del pensamiento complejo.
La primera es creer que la complejidad conduce a la eliminación de la simplicidad. Por cierto, que la complejidad aparece allí donde el pensamiento simplificador falla, pero integra en sí misma todo aquello que pone orden, claridad, distinción, precisión en el conocimiento. Mientras que el pensamiento simplificador desintegra la complejidad de lo real, el pensamiento complejo integra lo más posible los modos simplificadores de pensar, pero rechaza las consecuencias mutilantes, reduccionistas, unidimensionalizantes y finalmente cegadoras de una simplificación que se toma por reflejo de aquello que hubiere de real en la realidad.
La segunda ilusión es la de confundir complejidad con completud. Ciertamente, la ambición del pensamiento complejo es rendir cuenta de las articulaciones entre dominios disciplinarios quebrados por el pensamiento disgregados (uno de los principales aspectos del pensamiento simplificador); este aísla lo que separa, y oculta todo lo que religa, interactúa, interfiere. En este sentido el pensamiento complejo aspira al conocimiento multidimensional. Pero sabe, desde el comienzo, que el conocimiento completo es imposible: uno de los axiomas de la complejidad es la imposibilidad, incluso teórica, de una omnisciencia. Hace suya la frase de Adorno “la totalidad es la noverdad”. Implica el reconocimiento de un principio de incompletud y de incertidumbre. Pero implica también, por principio, el reconocimiento de los lazos entre las entidades que nuestro pensamiento debe necesariamente distinguir, pero no aislar, entre sí. Pascal había planteado, correctamente, que todas las cosas son “causadas y causantes, ayudadas y ayudantes, mediatas e inmediatas, y que todas (subsisten) por un lazo natural e insensible que liga a las más alejadas y a las más diferentes”. Así es que el pensamiento complejo está animado por una tensión permanente entre la aspiración a un saber no parcelado, no dividido, no reduccionista, y el reconocimiento de lo inacabado e incompleto de todo conocimiento. (Morin, 1998, p. 11)

Además, cuando se elaboran y difunden las conclusiones de los estudios sociales se debe reflexionar sobre este supuesto junto con las consideraciones éticas hacia el grupo social estudiado. Porque esas conclusiones afectan el modo de vida comunitario cuando se dan a conocer los resultados de las variables sociales establecidas.
Para dar un ejemplo en la observación del fenómeno de la discriminación en Argentina de los años 2014-2015, Pecheny escribe que los informes y estudios sobre la cuestión se enfrentan a problemas conceptuales y metodológicos; se define a la discriminación como un asunto de minorías y desde ahí se elaboran las categorizaciones para tratar el tema. “La designación de minorías discriminadas, entonces, supone y naturaliza, un lugar que es el normal, desde el cual se discrimina, tolera, acepta o incluso festeja la diferencia: los varones, las clases medias y altas, los sujetos no-racializados” (Pecheny como se cita en Kessler, 2016, p. 258).
Aquí el autor revela que las categorizaciones no son construcciones artificiales y abstractas, sino que refieren a grupos de personas reales con representaciones y percepciones sociales incorporadas, junto con sus códigos, normas y significados de acción exclusiva. Así, desde estas categorizaciones se ejerce estructuralmente la discriminación dentro de la sociedad. También alerta sobre las dimensiones políticas y sociales del efecto de la discriminación, señalando que “(…) suponer que hay categorías sistemáticamente discriminadas implica suponer que hay categorías identificables, incluso definidas por la discriminación, lo cual redunda en esencializar esas categorías, y peor todavía, hacerlo a partir de su estatus distinto de la norma y de la opresión” (Pecheny como se cita en Kessler, 2016, p. 259).
Con este ejemplo se busca graficar cómo el investigador social aborda desde su perspectiva el fenómeno de la discriminación en toda su complejidad y con sus vinculaciones estructurales. A la vez denuncia los problemas a los que se enfrentan los estudios nacionales sobre las poblaciones discriminadas.
Por otro lado, advierte que los informes de las entidades que relevan datos de la discriminación tienen el desafío de repensar las categorizaciones. Porque las clasificaciones desde las cuales se elaboran las preguntas referidas a individuos y grupos sociales que participan en una encuesta no deben reproducir desde el propio estudio las mismas estructuras discriminantes que operan en la sociedad.
La investigación social, con la posibilidad de teorizar sobre las interacciones humanas dentro un sistema concreto de relaciones interpersonales cada vez más caóticas, rupturistas y expansivas, debe atender a la noción de lo incierto.


El orden de la incertidumbre social

La posmodernidad como idea crítica, y en parte disruptiva, nos introduce al principio de incertidumbre. Sin embargo, la sociedad actual presenta varios aspectos de continuidad con el sistema de relaciones sociales moderno que responden a valoraciones (prejuicio y prestigio) de siglos pasados y se pierden en la incertidumbre.
La incertidumbre actual va más allá del caos anómico del Estado nacional planteado por Durkheim, del peligro de la irracionalidad rutinaria burocrática advertida por Weber y de la hiperdominación capitalista global señalada por Marx.
Lo incierto, como lo desconocido y lo ignorado, pero también como lo no comprendido y lo excluido, es amenaza de destrucción de lo ya construido. Se impone en las relaciones sociales, en el escenario internacional y también en sus interpretaciones. El orden social moderno buscaba la verdad, la razón y la justicia de las personas mientras vinculaba a las naciones dentro de unas reglas de juego bien establecidas.
Esta idea del orden mutó en el tiempo desde un ideal romántico de armonía, cooperación y solidaridad hacia una conclusión arbitraria, excluyente (¿acaso opresora?) de designación, recursos, valores y poderes desiguales en la vida social. De ahí surge la nueva animadversión a esta palabra, sin pensar que de igual manera se está imponiendo un nuevo orden de la incertidumbre como moda social. Por ejemplo, en varios estudios sociales de esta época se plantea a la globalización desde una óptica netamente economicista o financiera, y el caos o lo incierto es entendido solo como el reemplazo de los Estados en favor de las corporaciones como nuevos actores globales. Se olvidan entonces las variables sociales que permitieron los vínculos transnacionales, los cambios de lealtades y alianzas de los grupos sociales y se le deja un lugar marginal a los aspectos culturales que conlleva este fenómeno multidimensional. Esto simplifica una vez más la complejidad del universo observado, excluye lo diverso de la vida social y relativiza la construcción de las perspectivas sociológicas.
Entonces, la nueva problemática a estudiar es si las ciencias, particularmente las sociales, buscan rechazar o comprender a la incertidumbre social actual y si piensan en la diversidad, transversalidad y complementariedad de saberes como una alternativa de solución.


Conclusiones

A modo de conclusión sobre las complicaciones y obstáculos que enfrentan los estudiantes, docentes e investigadores de las ciencias sociales al acercarse a su objeto de estudio, se brindan las últimas reflexiones dejando lugar para el debate e intercambio de ideas de esta propuesta.
La naturaleza cambiante de las comunidades humanas es un obstáculo que reviste una complejidad, pero a la vez permite reflexionar detenidamente sobre las decisiones a tomar para emprender una labor investigativa en el ámbito de las ciencias sociales.
La tensión que presenta el investigador entre las fases de prejuicio y prestigio, que transita durante el desarrollo y la construcción de una perspectiva para analizar lo social, no es una idea ficticia o un problema abstracto. Esta proviene y opera dentro de su propio entorno sociocultural. Responde a patrones sociales incorporados en el ámbito de la percepción social comunitaria, que se expresan constantemente en valoraciones, preconceptos, desacreditaciones o estimas. Estos patrones también se dan en el mundo social y dejan su huella, tanto en el objeto de estudio como en el sujeto que pretende estudiarlo.
El prestigio de una perspectiva sociológica, por famosa, masiva y popular que esta sea, solo es verdadero cuando se tiene en cuenta la diversidad y complejidad del entorno sociocultural que quiere abarcar.
El reconocimiento de que los enfoques solo son encuadres aproximados a la realidad, cuya credibilidad no radica en su objetividad pura sino en la comprensión de que la perspectiva representa una parte del mundo social, una mirada más entre otras y no la única mirada sobre lo social. Esto no significa renuncia al conocimiento ni relativización del objeto social, sino complemento del saber. De lo contrario, el prestigio es engañoso o ilusorio.
El ejercicio introspectivo de reflexión sociológica llama a centrarse más en la búsqueda que en los logros. Indaga sobre los propios espacios, personajes, mensajes, relaciones y valores que construyen la sociedad y sus instituciones. Permite entender el proceso de la ciencia como lo que es, un aprendizaje constante. La reflexión agudiza la percepción del propio investigador con el fin de profundizar en el pensamiento social y hacer más asertivo el comportamiento de los actores sociales que estudia.
La aceptación de la complejidad permite emprender un camino hacia la transversalidad de problemáticas sociales que piden ser investigadas con otros y nuevos elementos. El desafío es no temer a lo incierto y comprenderlo sin caer en el error reduccionista y simplificador que establece un nuevo orden exclusivo con cambios efímeros y superficiales, de modas pasajeras del saber, pero no sustanciales en la comprensión del mundo.

Referencias bibliográficas


Birulés, F. (2007). Una herencia sin testamento: Hannah Arendt. Herder.
Bourdieu, P., Chamboredon, J.C. y Passeron, J.C. (2011). El oficio del sociólogo: presupuestos epistemológicos. (Trad. por F. H. Azcurra, J. Sazbón y J.V. Goldstein.) 1.° ed. 1.° reimp. Siglo Veintiuno Editores.
Giddens, A. (2010). Sociología. Alianza.
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Morín, E. (2008). Introducción al pensamiento complejo. Gedisa.
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Real Academia Española (RAE). (2014). Diccionario de la lengua española. 23.° ed. https://dle.rae.es

Roberto Eduardo Camardelli Carrasco

Perfil académico y profesional: Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de Salta. Docente de la Cátedra de Sociología General y Argentina de la carrera de Relaciones Internacionales, y de la Cátedra de Sociología de las carreras Abogacía y Escribanía de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Católica de Salta. Miembro de los institutos de Derecho Internacional y de Relaciones Internacionales y Ciencia Política. Investigador ayudante por Resolución Rectoral 985/2021.
recamardelli@ucasal.edu.ar
Identificador ORCID: 009-0001-3396-7002


  1. Universidad Católica de Salta.
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